𔘓 ﹕𝘳𝘦𝘴𝘣𝘢𝘭𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘦𝘯 𝘦𝘭 𝘩𝘪𝘦𝘭𝘰
୭ৎ
cute krbk ☆
Katsuki se encuentra muy aburrido mirando el paisaje simplón que le regala su única ventana en la habitación. Arrimado ahí, con su mano sosteniendose la cara y una evidente expresión de en desacuerdo sobre la situación.
Por su lado estaría jugando en el celular, viendo televisión o haciendo travesuras con sus colegas del instituto, pero está castigado, y su estricta madre tiene palabra firme al respecto.
No la entiende.
Él solo le aconsejaba a Deku lo que debería hacer con su vida y evite comportarse como un maldito parásito buscando su anhelada atención. Porque dizque eran "mejores amigos" y lo estaba haciendo de lado de un momento a otro, y la verdad, que nada que ver, aunque un poco sí, pero es culpa de Deku por no saber conportarse como adolescentes de catorce años que son.
Ya no está para ir por ahí atrapando insectos o abriendo figuritas de All Might como en los viejos tiempos.
Las personas crecen, cambian, y era lo que le quería hacer entender. Al estilo Bakugo, claro. Como un reverendo bruto.
Pero ya, no quiere pensar en la horrenda cara de ese soplón y en lo injusta de su madre al prohibirle salir y jugar por un mes entero, y solo encerrarse en su cuarto. Es mejor que verla y escucharla reprenderlo por la misma cosa una y otra vez, pero tampoco tiene absolutamente nada divertido qué hacer, y no es ningún estúpido. O sea, es Bakugo Katsuki, claro que se le ocurrió escaparse por la ventana donde ahora mira sin mucho interés a un pelinegro con abrigo rojo, pero Dios, el maldito invierno llenó el tejado de nieve, y un solo pie ahí, lo mandaría patitas abajo y una buena fractura en la pierna o brazo.
Lo que cuesta su libertad, pero preferiría no arriesgarse.
Cree que su madre exagera y solo lo castiga porque le tiene bronca. Siempre ha sabido que entre él y Deku Mitsuki siempre ha preferido a el de rizos verdosos, por su dulzura e inocencia, por su cálidad de persona y simpatía.
Todo lo contrario a Katsuki, que es un mal hablado con problemas de ira, el bullyn de su hijo deseado y un patán de primera. Considera ella que lo único bueno de su primogénito es lo inteligente y estratega que es por naturaleza, pero por el camino que va, pues, le ha hecho saber el potencial que tiene este, que debería sacarle provecho y dejar de ser un idiota, que no use su inteligencia en cosas malas y sea una buena persona, pero a Katsuki se la suda por completo.
Ella habla y habla, y no sabe lo insoportable que es que le repita la misma mierda. Tuerce los ojos con fastidio ante eso y vuelve a enforcarse en aquel desconocido que se posiciona al frente de su casa. El idiota parece ser de su edad, y lo ve sacando algo de su abrigo y sentándose en la cera, comiendo ese algo que había sacado como si fuera alguna sustancia ilícita, pero no hay de qué preocuparse, el idiota solo come una golosina.
Aquello le recordó a cuando Mitsuki y él paseaban con calma en un lugar demasiado extraordinario para los inocentes ojos de aquel Katsuki de tan solo siete años.
Era un lugar con temática espacial, con montones de máquinas con juegos dentro y muchos niños de su edad y mucho más mayores divirtiendose. Era muy puerco, debe de admitir, y apestoso, pero el ambiente tan cool emocionaba al pequeño cenizo, que realmente solo iba de pasada porque le insistió a Mitsuki para entrar y ella no quería shows tan temprano. Lo consintió enseñándole el lugar, y cuando estaban a punto de terminar el futurista recorrido, Mitsuki se enternece de lo que Katsuki dice y repite.
"¡Mamá! ¡esto es genial! ¡mira eso! ¡hay muchas estrellitas y se parece a mi habitación!"
El mamá agudo e infantil que hizo su hijo le pareció tan adorable, además de apequeñar la palabra estrella. Fue lo más lindo que Mitsuki pudo haber escuchado a su hijo en aquel día.
Por eso fue que a Mitsuki no le costo gastar un poco de su dinero en unos cuantos dulces de la tienda de chucherías del lugar. Y Katsuki pequeño todo feliz por eso insignificante fue un buen agradecimiento si le preguntaban a la mayor.
Quién diría que aquel lugar tan cool terminaría siendo su lugar favorito hasta la fecha.
Ah, y terminó sabiendo que se trataba de un arcade. Uno de los contados que todavía estaban en pie en la gran ciudad.
El tipo al frente es un idiota. Gracias a él recordó lo no tan mierda que es su madre, y eso lo encabrita, porque sabe que es solo un berrinchudo de los cojones. En tal caso no quiero sacarlo de vista, y solo se dedica a asesinarlo con la mirada y llamarlo de todo mientras lo mira disfrutar de la mierda dulce que traga.
Mala suerte de él que su mirada filosa haya despertado los instintos del pelinegro, sintiendo la punzante mirada en él directamente.
Katsuki se queda ahí, sin moverse ni suavizar su entrecejo, pero con el interior de su ser realmente avergonzado por haber sido descubierto. Mierda, ojalá no piense que era gay o una mierda de ese tipo. Rogaba sin expresión alguna.
...
El chico al frente se siente raro por el contrario. El tipo no le aparta la mirada de encima y parece estar enojado por algo, entonces, para bajar la tensión, prefiere enseñarle sus dientes de tiburón en una tímida sonrisa, y saludarlo con la mano. Quizás así y deje de mirarlo para adentrarse a su cuarto, después de todo sus dientes asustan a todos, y lo acaba de comprobar con lo que le pasó hace rato.
Él solo quería comprar unos bombones de chocolate para la chica de su vecindario que le gustaba y regalárselos, pero no contaba con el desprecio de aquella niña tan bonita, y haya corrido asustada después de fijarse en su sonrisa afilada y turbia, de bicho anormal.
Tomó camino a donde sea menos a su casa. Su madre lo estaría esperando tan entusiasmada, porque fue ella principalmente quien lo motivó a declararsele a aquella niña, y ella le dio el dinero para los bombones, para variar.
Se comería desilusionado sus bombones, con el corazón roto, y tranquilo.
Era el plan, hasta que cachó a aquel niño espiandolo.
...
Katsuki no sabe si saludar como lo hace el contrario o simplemente irse a su cama y olvidarlo, pero mierda, no quiere ser descortés con el desconocido justo cuando su madre le dijo que debería cambiar su comportamiento, más que sea un poco, y tratar de ser más amable.
No se le caería la mano y tampoco iba a sonreír ni aunque le pagarán.
Correspondió el saludo.
...
El niño desconocido siente bien el no haber sido ignorado, como había pensado, y eso lo hace entrar en confianza.
De los bombones que trae, alza uno de ellos y sigue mirando a el cenizo que alcanza a ver. Sus gestos y tenues movimiento indican su ofrecimiento de aquel dulce, y a Katsuki no le cuesta mucho darse cuenta.
Acepta este, y pone sus manos fuera de la ventana juntando sus palmas, dándole a entender a el chico que lo lance.
El pelinegro lo hace, pero antes debe cruzar la calle que los separa.
Katsuki obtiene el chocolate con un poquito de su parte al hacerse más adelante para alcanzarlo, y teniéndolo ya en las manos dice lo suficientemente alto un gracias y el otro le sonríe a cambio. Rompe el envoltorio y degusta del dulce, de un solo bocado.
El chico de pelo negro espera a que un carro avance, y va corriendo hasta la cera sentándose en esta.
El rato pasó y Katsuki jamás se movió de la ventana, mirando cualquier otra cosa que no sea el chico de capucha roja, tan solo mirándolo de reojo.
La tarde se asomaba y la nieve empezaba a volver a caer como en la mañana.
El chico de capucha roja se sentía un poco incómodo al ser él y el otro cenizo los únicos presente y sin ningún cruce de palabras, tan solo de miradas muy penosas al haberse topado.
El quería hablar, preguntarle cómo es que se llama y pasar un breve rato, pero sería muy ridículo de su parte alzar la voz para poder comunicarse, y el chico en la ventana no parecía ser alguien para mantener una conversación amena.
Entonces, no tenía más nada que hacer ahí. Ya había degustado de sus bombones, guardando uno que otro para su madre. Ya había intentado declararse, compartió con un desconocido y se le hace tarde.
El chico se pone de pie, y Katsuki por inercia al movimiento repentino lo ve, y ve que lo mira a él de igual forma.
El adolescente se despide, y Katsuki corresponde con calma.
Después de eso encamina su andar por debajo de la cera, que está con algunas pozas de hielo que antes eran agua, cubiertas de nieve casi imperceptible de notar para cualquiera. Y, como se supone caminar por ahí no es ningún peligro, el niño pelinegro se va corriendo.
Tremendo bochorno pasó al caerse de repente, de un resbalón, y peor sabiendo que el tipo de la ventana seguía ahí, y que seguro aquella risa que oía a sus espaldas era la del rubio de la ventana, ese que parecía que todo le apestaba a culo.
Nunca más volvería a pasar por aquel barrio, lo tenía más que claro. Se prometió mientras huía de la escena con los ojos cerrados con fuerza. O bueno, a no ser que se haga un cambio de look radical hasta verse completamente irreconocible. Ahí, y llega hasta un quizás.
Tampoco es como que haya pasado mucho tiempo de aquella promesa.
Y se hayan vuelto a encontrar.
Y al fin hayan tenido una conversación amena.
Solo que el expelinegro, que resulta se llama Eijiro y tiene actualmente el pelo largo y rojo, pensó que Bakugo no lo recordaría a él y aquel día tan desastroso y vergonzoso.
Pero Bakugo jamás olvidó la sonrisa tan peculiar de ese niño, y claro, la tremenda caída de culo que se aventó y le ánimo su encierro.
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